lunes, 21 de marzo de 2011

La religion en la familia.

En la familia la religión consiste en criar a los hijos en la disciplina y admonición del Señor. Cada miembro de la familia debe ser sustentado por las lecciones de Cristo, y el interés de cada alma debe protegerse estrictamente, para que Satanás no engañe a nadie ni lo aparte de Cristo. Tal es el ideal que cada familia debe procurar alcanzar, resuelta a no fracasar ni a quedar desalentada. Cuando los padres son diligentes y vigilantes en su instrucción, cuando enseñan a sus hijos a procurar sinceramente la gloria de Dios, cooperan con él y él coopera con ellos en la salvación de las almas de aquellos hijos por quienes Cristo murió.
La instrucción religiosa significa mucho más que la instrucción común. Significa que debemos orar con nuestros hijos, enseñarles cómo deben acercarse a Jesús y hablarle de todo lo que necesitan. Significa que en nuestra vida debemos demostrar que Jesús lo es todo para nosotros y que su amor nos hace pacientes, bondadosos y tolerantes, aunque firmes en lo que se refiere a mandar a nuestros hijos después de nosotros, como lo hizo Abrahán.
La religión del hogar se descuida terriblemente. Hombres y mujeres manifiestan mucho interés por las misiones en países extranjeros. Dan para éstas en forma liberal y así procuran tranquilizar su conciencia, pues piensan que al dar para la causa de Dios expían la negligencia en que viven con respecto a dar el buen ejemplo en su hogar. Pero éste es su campo especial y Dios no acepta excusa alguna por el descuido en que dejan ese campo.
La religión es muy necesaria en el hogar, y las palabras que en él pronunciemos han de ser del carácter debido o de nada servirán nuestros testimonios en la iglesia. Nuestra religión será inútil si no manifestamos mansedumbre, bondad y cortesía en el hogar. Si hubiese más religión genuina en la familia, habría más poder en la iglesia.
Los padres y las madres que ponen a Dios en primer lugar en su familia, que enseñan a sus hijos que el temor del Señor es el principio de la sabiduría, glorifican a Dios delante de los ángeles y delante de los hombres presentando al mundo una familia bien ordenada y disciplinada, una familia que ama y obedece a Dios, en lugar de revelarse contra él. Cristo no es un extraño en sus hogares; su nombre es un nombre familiar, venerado y glorificado. Los ángeles se deleitan en un hogar donde Dios reina supremo, y donde se enseña a los niños a reverenciar la religión, la Biblia y al Creador. Las familias tales pueden aferrarse a la promesa: "Yo honraré a los que me honran."

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